lunes, 12 de julio de 2010

CAMPEONES DEL MUNDO


Holanda: Stekelenburg; Van der Wiel, Heitinga, Mathijsen, Van Bronckhorst (Braafheid, m.105); Van Bommel, De Jong (Van der Vaart, m.99); Robben, Sneijder, Kuyt (Elia, m.71); y Van Persie.

España: Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Cesc, m.87), Pedro (Navas, m.60), Xavi, Iniesta y Villa (Fernando Torres, m.105).

Goles: 0-1, M.116: Iniesta culmina con un potente disparo cruzado un envío de Cesc.

Un gol de Andrés Iniesta en la segunda parte de la prórroga dio a España su primer Mundial. Los de Vicente del Bosque no renunciaron al juego que siempre ha caracterizado a La Roja y que les ha llevado a lo más alto de Europa y del mundo.



De manera agónica, como no podía ser de otra manera, en la prórroga, con un gol del mago Andrés Iniesta, España fue recompensada por el fútbol después de casi un siglo y alcanzó la anhelada gloria del título mundial al imponerse a una Holanda rácana y alejada de su juego habitual.

La ‘roja’, campeona de Europa hace dos años en Viena, se coronó en Johannesburgo como el mejor equipo del momento y rubricó un trienio de ensueño.

Todo un premio a una generación grandiosa, que ha llevado al fútbol patrio a las más altas cotas, y todo un castigo para una selección ‘oranje’ que distó notablemente de la imagen mostrada hasta ahora y que no fue digna heredera de aquellas generaciones grandes que lideraron Cruyff y Van Basten, y cayó en su tercera final de un Mundial.

España fue mejor, sin discusión. Pudo haber ganado antes, mucho antes, pero también podía haber perdido si no surge, de nuevo, Casillas.

Del Bosque volvió a confiar en Pedro en detrimento de Torres tras el espectacular partido que cuajó en semifinales ante Alemania, en tanto que Van Marwijk recuperó para la causa, tras cumplir su sanción ante Uruguay, al lateral Van der Wiel y al medio centro De Jong.

La ‘roja’ asumió de salida su rol dominador. Llevó las riendas, quizá hasta más de lo esperado ante una Holanda que prácticamente no quiso o no pudo jugar. Lo más extraño fue que el cuadro ‘oranje’ se dedicó a destruir de manera exagerada, hasta de forma excesivamente brusca para jugadores que se caracterizan por su calidad.

Pero consiguió lo que quería. Frenar el juego español. El primer cuarto de hora fue alentador para la ‘roja’, que mandó con autoridad y tuvo, en 12 minutos, tres claras ocasiones para abrir el marcador.

No encontraron el destino y los centroeuropeos consiguieron frenar la avalancha de fútbol que se les venía encima cortando el juego constantemente aun a costa de tarjetas que pudieron convertirse, sobre todo una patada de De Jong en el pecho de Alonso, en rojas.

Holanda solo tenía el recurso de los intentos de internada de Robben y la movilidad de Sneijder, pero le bastaba para ahogar, con el duro trabajo de contención, y secar la fábrica del fútbol patrio.



más de lo mismo. España no pudo huir de la trampa de su rival, que continuó por los mismos derroteros tras el descanso.

No podía haber fluidez ni continuidad. A la escasez de ideas se le añadía que el partido estaba más tiempo parado que en juego. Y estuvo a punto de aprovecharlo a los 60 minutos Holanda en un balón con el que se hizo Sneijder y envió en profundidad a Robben, que se quedó solo ante Casillas, pero el guardameta volvió a convertirse en un ‘santo’.

Para entonces ya había saltado al campo Navas en lugar de Pedro. El extremo diestro del Sevilla no tardó en hacerse notar y provocó en una internada una ocasión de Villa, cuyo disparo salvó Heitinga.

Decir que el encuentro estaba abierto es decir poco. Se mascaba la tensión. En cualquier momento se podía desnivelar la balanza.

La ‘roja’, pese a la entrada de Cesc, no fue capaz de encontrar la dinámica mínima para desbordar nuevamente a un equipo tanto bien plantado atrás como su rival.

Y perdonó en la prórroga, porque después de un posible penalti de Heitinga a Xavi cuando el ‘culé’ iba a remachar, Cesc, Iniesta y Navas tuvieron en sus botas de nuevo la sentencia y no la encontraron.

Del Bosque se jugó su última baza en el descanso del período adicional y optó por dar entrada a Torres en lugar de Villa.

Se le puso de cara a España la última fase cuando Heitinga fue expulsado a falta de 11 minutos.

La ‘oranje’ ya se dedicó a esperar los penaltis, pero ahí surgió, inconmensurable, Iniesta.

Quedaban cuatro minutos, más la prolongación, pero Holanda, sin capacidad, echada toda a perder en la destrucción, fue incapaz de arrebatar la gloria a una España que fue sin discusión mejor y se proclamó campeona del mundo.

jueves, 8 de julio de 2010

Alemania 0 - España 1


Alemania: Neuer; Lahm, Mertesacker, Friedrich, Jerome Boateng (Jansen, m.52); Khedira (Mario Gómez, m.81), Schweinsteiger, Trochowski (Kroos, m.62), Özil; Podolski y Klose.

España: Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Marchena, m.93+), Xavi, Iniesta, Pedro (Silva, m.85); y Villa (Fernando Torres, m.81).

Gol: 0-1, m.73: Puyol.


La selección española ya está en la final del Mundial después de ganar a Alemania gracias a un gol de Puyol a la salida de un corner.
Lo hemos logrado!, ¡lo hemos logrado! Y así seguiría la crónica entera, escribiéndolo mil veces como si fuera un castigo que conviene recordar aunque se trate de una bendición que ya no se olvidará jamás. Porque somos finalistas de una Copa del Mundo, y lo somos todos, los héroes de allí y los testigos de aquí, a título personal, colectivo y en representación de los que no lo vieron y lo desearon tanto como nosotros. Sí, somos finalistas y el próximo domingo estaremos iluminados por el mundo, observados por tantos millones de personas que se me escapan los ceros y los pares de ojos. Qué decir. Pónganse guapos.

Pero hay más. A estas horas no sólo celebramos la fabulosa conquista de una final de la Copa del Mundo. También festejamos el modo. Lo que todavía nos agita los corazones y nos mantiene en este concurso nacional de abrazos es que España se clasificó para la final con un fútbol primoroso, quintaesencia del tiqui-taca, de la paciencia y el toque, de la inteligencia y el buen gusto. Ni siquiera en la mítica final de Viena fuimos tan pródigos en la excelencia, tan insistentes, tan sublimes. Fue tanta la categoría de nuestro juego que redime un Mundial que parecía condenado a la mediocridad. Ya no. Lo salvó España. A mandar.

Frente a la mejor Alemania de los últimos tiempos, frente al equipo que goleó sucesivamente a Inglaterra y Argentina, la Selección española desplegó un fútbol arrebatador e hipnótico, y no volveré a la Eurocopa porque esto fue mucho mejor, más elevado, más exigido por el torneo y por el rival. Porque Alemania hizo lo posible por recordarnos que su fama no es mentira. Cada vez que asomaba la cabeza para tomar aire, en cada una de sus salidas al contragolpe, había un cuchillo que nos rozaba la aorta. Rápidos, verticales, profundamente malintencionados.

Invasión.
Suerte que dieron pocas bocanadas. El dominio de España resultaba tan abrumador que la orgullosa Alemania se pasó corriendo detrás de la pelota más tiempo que en todo el Mundial, que en toda su vida. Su peor pesadilla se hizo realidad y desde el primer minuto España se agarró a la manivela del fútbol. Tocar y tocar. Hasta que salga premio. Ir, volver, observar, regresar. Revolución de seda, proselitismo, invasión pacífica. Tocar hasta que toque.

A los cinco minutos Villa pudo marcar el primero a pase de Pedro, la gran novedad del partido. Así es. Del Bosque, ese hombre al que tendemos a confundir con un paseante, nos volvió a atrapar con una decisión absolutamente genial. Y no lo parecía. Asumido que Torres no estaba en forma, Llorente, Silva o Cesc se antojaban como los relevos razonables. Pues no. Jugó Pedro. Y cómo jugó.

A ese pase de gol que abortó Neuer, el antes conocido como Pedrito siguió con un recital de buenas decisiones, desmarques elásticos y electricidad dinámica. Estaba tan inspirado que igual hubiera pintado un Guernica que compuesto una sinfonía. Estoy por asegurar que su presencia fue la primera batalla ganada. Alemania lo había previsto todo menos el factor Pedro, esa abeja zumbando en su oído.

Matar.
Y seguimos tocando. Con Xavi en su posición, con Villa peleando entre gigantes y con los pivotes y los defensas multiplicados en su tarea: salir, chocar, robar, sujetar. Sólo nos faltaba la conquista del último metro. Sólo nos quedaba añadir un poco de pólvora y encenderla; o dicho de otro modo: culminar la seducción con el tálamo. Puntuar, hacer muesca.

Alemania, sostenida por el gran Schweinsteiger, rugía a cada rato y a los zarpazos que le se escaparon respondió Casillas con las alas abiertas y el aro sobre la cabeza.

Después de una primera mitad en esos términos, en la segunda no hubo rastro de la inquietud que sobreviene a los equipos que dominan y perdonan. No tenemos esas debilidades. Al contrario, nos movemos con la convicción de quien hace lo correcto. También nos impulsa esa autoridad moral. Somos, y nos sentimos así, los abanderados del fútbol.

Avanzamos dos pasos. Y luego tres. Xabi Alonso comenzó a cargar el cañón y los pequeños a filtrarse y conectarse. Iniesta encontró la llave de la cocina y abrió varias veces la nevera. Pedro le siguió. Luego los otros. Y cuando lo lógico hubiera sido un gol por decantación del toque llegó un gol de córner, pim-pam. Lo sacó Xavi y Puyol lo cabeceó con los rizos convertidos en las turbinas de un reactor. Tardó un rato en bajar del cielo.

Entró Torres y pudimos marcar alguno más durante el asedio de Alemania, pero tampoco era cuestión de ofender. La hazaña estaba lograda. España había conseguido el pase a la final del modo más brillante posible. La gloria nos espera. Y habrá para todos.

lunes, 5 de julio de 2010

Paraguay 0 - España 1


Paraguay: Justo Villar; Verón, Alcaraz, Da Silva, Morel; Barreto (Vera, m.64), Riveros, Víctor Cáceres (Barrios, m.84), Santana; Valdez (Santa Cruz, m.72) y Cardozo.

España: Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol (Marchena, m.84), Capdevila, Busquets, Xabi Alonso (Pedro, m.75), Iniesta, Xavi, Villa y Fernando Torres (Cesc, m.56).

Gol: 0-1, M.83: Villa.


La Selección española se clasifica para semifinales tras eliminar a Paraguay gracias a un gol de Villa en el minuto 83 e iguala su mejor clasificación en un Mundial. El partido resultó frenético: Casillas tuvo dos actuaciones prodigiosas y paró un penalti, Xabi Alonso marcó otro, pero lo tuvo que repetir y lo falló y el árbitro no pitó otro que le hicieron a Cesc.

La Roja es semifinalista del Mundial. Hay que escribirlo otra vez para creerlo. La Roja es semifinalista del Mundial. España no vivía una noche tan emocionante desde el 12-1 a Malta o el cabezazo de Maceda en la Eurocopa del 84. La final de Viena fue tan fácil que no cuenta. Una cosa es la alegría por un título y otra la emoción y el sufrimiento por la complejidad de un partido. Y de eso hubo toneladas en el choque contra Paraguay.

A falta de buen juego, el partido fue una montaña rusa de situaciones a favor y en contra de España que culminó Villa -como no- tras una jugada en la que el balón dio hasta tres veces en los postes. Cuesta imaginar otro gol con tanto suspense en la historia de la Copa del Mundo.

Lo importante es que España está en semifinales. Menos importante, aunque muy valorable, es que no hizo un buen partido. La primera parte por culpa de una lentitud e imprecisiones desesperantes. La segunda fue sensiblemente mejor por carácter y temple porque aquello fue un carrusel con el penalti parado por Casillas, el penalti marcado, repetido y fallado por Xabi Alonso, más el penalti no pitado sobre Cesc y el mencionado gol de Villa. De locos.

En una de esas bajadas de tensión del partido, el profesor Iniesta dibujó la jugada de la noche, la de los postes. De ahí al final, agonía y disfrute a partes iguales. Casillas enmendó una cantada sobre la hora y luego sólo hubo que esperar. Una vez más, hay que escribirlo. La Roja es semifinalista del Mundial.

En la explosión final, destaca la cara de palo de Del Bosque. Vicente no está contento. No puede estarlo. Sí en su faceta de seleccionador y español pero no en la de entrenador. Sabe que el equipo no jugó bien, que estuvo plomizo, que le costó entrar, que Torres no arranca, que hubo momentos en que nos fuimos del encuentro, que hubo muchas imprecisiones, que Villa, aunque aparece mil veces, está muy lejos del área... En definitiva, que hay cosas que ante Paraguay se pueden perdonar pero que con Alemania son letales. Todo ese cúmulo de defectos sucedió, principalmente, en el primer tiempo.

En el segundo, cuando todo el mundo esperaba que Del Bosque repitiera movimiento sentando a Torres y sacando a Llorente, el técnico eligió la vía Cesc. Le salió bien. Villa se fue arriba y, con el capitán del Arsenal, el mediocampo tuvo más consistencia. Iniesta apareció mucho más y Xavi se acercó al tipo que dirige la orquesta en el Barça.

Con todo, hubo un momento clave. La parada de Casillas tras un penalti memorable de Piqué, que quiso llevarse a casa el brazo del delantero. Esa parada, seguramente, va a marcar un antes y un después en el Mundial. A continuación, vino otro penalti sobre Villa con un desenlace inesperado. No sólo no lo tiró el Guaje sino que Xabi Alonso lo marcó, se lo mandaron repetir -aún no se sabe por qué- lo falló y en esa misma jugada Cesc fue atropellado por el portero, con el colegiado mirando al tendido. El efecto Casillas quedaba diluido en un minuto aunque cobraría su importancia con el pitido final.

El resto es ya historia del fútbol español. La Roja es semifinalista del Mundial. Que pase lo que tenga que pasar. El campeonato del sufrimiento ya lo hemos ganado.

miércoles, 30 de junio de 2010

España 1 - Portugal 0


España: Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Marchena, m.93+), Xavi, Iniesta, Villa (Pedro, m.88); y Fernando Torres (Llorente, m.58).

Portugal: Eduardo; Ricardo Costa, Carvalho, Bruno Alves, Fabio Coentrao; Pepe (Pedro Mendes, m.72), Tiago, Raúl Meireles; Simao (Liedson, m.72), Cristiano Ronaldo y Hugo Almeida (Danny, m.58).

Goles: 1-0, m.63: Villa.



La Selección española se clasifica para los cuartos de final del Mundial de Sudáfrica tras eliminar a Portugal gracias a un gol de Villa en el minuto 62. España reclamó un penalti a Torres y los lusos fuera de juego en el tanto del asturiano. Paraguay, próximo rival el sábado a las 20:30. Ricardo Costa vio la roja directa a tres minutos del final del partido.
Y de repente encajó todo. De pronto fuimos nosotros, los de hace de dos años, los que desearemos ser siempre. Es como si esta Selección, la campeona de Europa, no se hubiera preparado para otro Mundial que aquel que empezaba en octavos, ayer, ahora. Y para recordarnos lo azaroso del fútbol, tuvo que revelarse un jugador inimaginable. En cada Mundial surge uno. Quizá Fernando Llorente, sin un minuto hasta anoche, sea la sorpresa de este campeonato. Sería otra buena paradoja. El equipo de los bajitos coronado por un delantero altísimo, tan apuesto y elegante que parece un prototipo, pero tan perspicaz como el resto. Porque eso nos distingue. Nadie desentona. En este equipo hasta el trabajo sucio se hace con sombrero de copa.

Y volvió Xavi. Regresó de los acantilados de la mediapunta, donde la portería queda a la espalda y cada balón se acompaña de una coz. Juro que fue verle aparecer por el centro del campo (trotando, silbando) y pensar que nada malo nos podía ocurrir. Como sucede con los seres queridos que vuelven no le preguntaré dónde estuvo ni con quién. Bienvenido a casa. Bienvenidos los pases que resuelven problemas, los toques que burlan sabuesos.

Insisto: ya éramos diferentes antes de empezar. Y lo confirmamos al rodar el balón. No se había cumplido el primer minuto cuando Torres disparó desde el pico del área en busca de la escuadra. Allí fue el balón y allí lo esperó Eduardo, un portero extraordinario al que aguardaba una noche de sobresaltos. A los dos minutos le volvió a probar Villa, que repitió a los seis. Luego perseveró Torres. Hablo de tiros a puerta, de ocasiones, de rival contra las cuerdas. Hablo de velocidad en la circulación, de mirada del tigre, de Xavi a los mandos.

El rival. Portugal tardó un cuarto de hora en estirarse y cuando lo hizo comprobamos su medida: corta. Gran portero, magníficos centrales, pujante lateral izquierdo y después un vacío que no llena Cristiano. Quien pretende ser el mejor futbolista del mundo debe exigirse más, debe conectarse con el equipo, rescatarlo si es posible y empujarlo siempre. Cristiano sólo atendió a lo suyo y cuando lo suyo fue poca cosa, dejó de atender. Del partido sólo se le recordará por un durísimo lanzamiento de falta que hizo que el balón llegara a Casillas convertido en trucha.

Con todo, el esquema de quien defi ende está beneficiado por contragolpes que nacen de la pura inercia, basta un robo para que salte el muelle. Así se presentó Portugal en la portería de España, primero con un tiro de Tiago y después con cabezazos de Almeida y del propio Tiago. Un escalofrío nos recorrió la espalda, la gélida memoria de nuestros antepasados.

Y el escalofrío no amainó en la reanudación. Fue entonces cuando Almeida ganó su única batalla a Piqué y su avieso disparo rebotó en Puyol para luego perderse junto a un palo. Hubiera entrado contra Suiza, pero allí nos dejamos el mal fario. Muy a tiempo. Y muy saludable porque el incidente provocó la reacción y la coincidencia.

Del Bosque. Consciente de que nos faltaba algo, el seleccionador dio entrada a Llorente por Torres, fundido desde hacía minutos. Estas son las intuiciones que hacen de Del Bosque un entrenador especial y los madridistas mejor que nadie recordarán unas cuantas: la reubicación de McManaman en Old Trafford, los tres centrales de la Octava... Muestras de ingenio que otros hubieran convertido en medallas y que Del Bosque anota a los muchachos.

El efecto Llorente fue inmediato. El primer balón que tocó fue un cabezazo con el que Eduardo alcanzó la mención honorífica. Los implacables centrales ya no lo parecíantanto y sin su infl uencia Portugal encoge. En esa posición estaba el rival cuando España no tuvo otra ocurrencia que jugar al tiqui-taca en la frontal del área portuguesa, bajo el fuego de morteros, entre una lluvia de metralla. Infernal. Delicioso, quiero decir. Tocaron Iniesta, Llorente, Iniesta otra vez y Xavi abrió de espaldas para Villa.

Hasta aquí la poesía y desde aquí el Guaje. Su primer disparo con la zurda lo repelió Eduardo, que ya no tuvo respuesta para el segundo, golpeado con la derecha, aunque pudo ser impulsado con la oreja o con el accesorio que prefi eran. Gol de asesino, de obseso, de genio.

Portugal pasó a ser entonces la pobre Portugal y España la gran España. Quedó muy mal Queiroz, sin plan B, y se amplifi có nuestra Selección hasta el punto de señalarse como candidata para el título. Nos pueden discutir el empate a cero, pero cuando estamos por delante les acariciamos con el capote. Y en ese mundo ideal Llorente encaja como una pieza a medida. Bienvenidos todos. Hemos vuelto. Cuando tocaba.

sábado, 26 de junio de 2010

Chile 1 - España 2


Chile: Bravo; Medel, Ponce, Jara, Vidal; Isla, Estrada, Beausejour; Alexis Sánchez (Orellana, m. 65), Valdivia (Paredes, m. 46) y Mark González (Millar, m. 46).

España: Iker Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Javi Martínez, m. 73); Iniesta, Xavi, Villa; y Torres (Cesc, m. 55).

Goles: 0-1, m. 24: Villa. 0-2, m. 37: Iniesta. 1-2, m. 47: Millar.



Los goles de Villa e Iniesta clasifican a España para octavos como primera de grupo. El próximo vival de 'laRoja' será Portugal.
Estamos en octavos y ahora todo es posible. Desde hoy Suiza dejará de ser un mal recuerdo y volverá a ser un país con las vacas moradas. Empezamos de nuevo, sin pasado que nos torture. Hasta diría que en esta vida que estrenamos partimos con una ventaja: hemos cometidos suficientes errores como para haber aprendido algo, quizá mucho.

La victoria contra Chile, sin ir más lejos, fue una gran lección. Ganamos en jugadores y perdimos como equipo. Nos sobró buena parte del principio y un pedazo del final. Sólo fuimos superiores cuando conseguimos trasladar la batalla colectiva al plano individual. Y no resultó sencillo. La selección chilena es hija de un acordeón y de una jauría. Hija de Bielsa. De hecho, corren como si les persiguiera el entrenador. Y muerden como él.

Durante 24 minutos, los primeros, quedamos a su merced. Sin balón, España no parecía España. Estaba desarbolada y no sabía guarecerse porque este equipo jamás lo necesitó. Fue entonces cuando descubrimos goteras en Capdevila, falto de agilidad, y en Fernando Torres, fuera de punto. Fue entonces cuando entendimos que la tormenta de Chile no era perfecta: tres tarjetas en 20 minutos.

Hasta que surgió el fogonazo. La jugada nació en un balón largo de Xabi al que Torres llegó tarde y que el portero despejó mal. Villa, que no perdía ripio, atrapó ese conejo y marcó a portería vacía, pero con un golpeo tan lleno de dificultades (sin pararla, con la zurda, Jabulani...) que el gol merecía un cheque o un coche.

Recuperada la compostura tras la celebración, nos miramos y pensamos que le habíamos hecho a Chile lo que nos suelen hacer a nosotros. El complejo (delicioso) fue mayor cuando al regreso de una ocasión chilena frustrada por Piqué, Iniesta marcó el segundo. Suyo fue el gol, la recolección y el empaquetado. Robó, se apoyó en Villa y marcó con un tiro tan sutil que, antes que por un pie, la pelota pareció golpeada por un putt.

Y, por si la alegría no fuera bastante, el gol traía regalo. Torres hizo de un tropiezo con Estrada un fingimiento hollywoodiense y el árbitro expulsó al primo chileno por doble amarilla. Vaya en descargo de nuestra conciencia que luego perdonó a Chile alguna roja flagrante, como el plantillazo de Ponce que dejó maltrecho a Xabi Alonso.

Sueños.
No podíamos imaginar un mejor panorama, y tanto nos emocionamos (la felicidad embriaga), que soñamos con que Del Bosque, tras el descanso, daría entrada a Silva por Torres, evidentemente mal, y a Cesc por Xabi, evidentemente lesionado. Pues no. El primer impulso del seleccionador fue poner a calentar a Javi Martínez, pivote por pivote. De modo que lo suyo no es una inclinación, sino un principio fundacional.

Sólo el gol de Chile, al reanudarse el partido, alteró los planes. Cesc entró por Torres y de su asociación con Xavi e Iniesta brotó un chorro de tiqui-taca, breve, pero reconfortante. Cuando Javi Martínez relevó a Xabi el partido ya había entrado en otra dimensión. Chile, conocido el empate entre Suiza y Honduras, se encontró a dos goles de la eliminación, e incapaz de controlar el destino del otro partido, decidió que uno no se lo marcaría España. Nosotros, más de letras, tardamos en entender pero entendimos. No agresión, madre patria.

Que nadie se ruborice por esos minutos. Nos comportamos con el pragmatismo de los que han venido para ganar el torneo, no para sacarle brillo. Además, desde hoy, ya no hay pasado. Sólo Portugal.



España 2 - Honduras 0


España despertó el lunes de su pesadilla al derrotar 2-0 a Honduras con goles de David Villa y ponerse nuevamente en carrera en la Copa Mundial.

Villa, la figura del partido, anotó a los 17 y 51 minutos. Además estrelló un remate desde 25 metros en el travesaño a poco de iniciado el encuentro y desperdició un penal en el complemento, que tiró desviado.

España, que en su debut había perdido 1-0 ante Suiza, suma ahora tres puntos en el Grupo H, lo mismo que los suizos, que a primera hora cayeron 1-0 ante Chile. Chile tiene seis puntos y Honduras ninguno.

Los centroamericanos están prácticamente eliminados.En el cierre de la primera fase, España enfrentará a un Chile al que le alcanzaría un empate para avanzar y Suiza a Honduras.

En el primer gol Villa eludió a tres rivales y fusiló al arquero Noel Valladares desde unos 15 metros y en el segundo anotó con un remate desde la puerta del área. Previamente había sacudido el horizontal con un remate desde media distancia a los siete minutos.

El delantero, flamante adquisición del Barcelona, dejó escapar una ocasión inmejorable de alcanzar al argentino Gonzalo Higuaín al tope de la tabla de goleadores al tirar afuera un penal a los 63 minutos, por falta de Emilio Izaguirre sobre el movedizo Navas.

Y a cuatro minutos del final Villa regaló otra clara jugada de gol, tirando alto desde corta distancia.

España 0 - Suiza 1


España:Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Busquets (Torres, min.62), Xabi Alonso, Xavi, Silva (Navas, min.62), Iniesta (Pedro, min.77); y Villa.

Suiza:Benaglio; Lichtsteiner, Grichting, Senderos (Von Bergen, min.36), Ziegler; Barnetta (Eggimann, mi.90) Inler, Huggel, Gelson Fernandes; Derdiyok (Yanin, min.79) y Nkufo.

GOL. 0-1. Fernandes, min.52.


Un error de concepto dejó a España en una situación angustiosa , por inesperada y porque ahora corre el riesgo de que se inflame el viejo fatalismo español, que ya parecía desterrado. En el peor momento, la selección interpretó mal para qué sirve el gobierno del balón, se regodeó con exceso, le pudo la retórica y solo un atropellado tanto suizo la tiró de la hamaca. Entonces, con urgencias, ya sin la pausa que la distingue, no encontró respuestas y se impuso el azar. El equipo de Del Bosque estuvo a un centímetro del gol, Suiza, también. España, que se abanicó durante casi una hora con la pelota, pero sin picante, sin chispa, propició la ruleta. Gelson Fernandes hizo bingo; lo demás fue cosa de la montonera de sus compañeros junto a la trinchera de Benaglio, su portero.

Así son los Mundiales, donde nadie está a salvo de la condena. Ni siquiera la campeona de Europa, el único de los candidatos al trono que ha caído a la primera. Ahora, cualquier posibilidad de repunte español pasa por despejar todo pesimismo crónico. Hay derrotas que cuando tienen remedio, como ésta, pueden ser didácticas. Los campeones también caen alguna vez a la lona. Unos encajan y otros no. Del diván español depende. Hoy, los jugadores son tan buenos como ayer.

De alguna forma a España le venció un miramiento excesivo . Su grandeza proviene de toda esa merecida catarata de elogios que acentúan el fútbol de seda, el toque a toque, el coro de los pequeñitos… Un manual que no merece tacha alguna, por supuesto. Con él, la selección se ha paseado al frente de todas las pasarelas. Así se ha ganado el respeto universal. Pero ante Suiza se creyó que los partidos se ganan solo por estilo. Y no. El estilo es el punto de partida. La exclusividad del balón no garantiza el éxito si su sustento no resulta dañino. La pelota se abrocha con mala intención. No la tuvo España, que durante una hora fue más ancha que larga. Cada futbolista se sentía complacido por el mero hecho de masajear el balón. No hubo atrevimiento, rupturas en vertical, alguien intrépido que citara en el mano a mano a un adversario. Al frente solo llegaban Ramos y Capedevila, dos laterales al fin y al cabo. España jugaba con cierta atrofia de izquierda a derecha, de derecha a izquierda. Suiza, siempre precavida ante el rango de su rival, poco a poco se sintió en el paraíso.

Solo Piqué, un central, estuvo a un paso de alterar el marcial ecosistema del grupo de Hitzfeld. Se revolvió con sutilidad en el área, pero hizo diana en la rodilla izquierda del guardameta. En la retina, su gol al Inter en el Camp Nou, cuando por un instante fue un Romario ante Julio César. Sin Torres en plenitud, España se exilia del área del contrario. Villa, que con El Niño parte desde un costado con el gol en sus entrañas, hoy apenas tuvo auxilio al inicio. Sobre el asturiano gravitaron Xavi, Iniesta y Silva, jugadores para la periferia del gol. En Silva, muy dislocado, errático en el pase y con poca chicha, tampoco Villa encontró un aguador.

Sin mayores rasguños que el arabesco de Piqué, Suiza salió a hombros del primer acto. Enfrente, un contrario tan pulcro como de fogueo. A los suizos les basta con la pedrea, se conforman con no tener cicatrices. Si se presenta la ocasión, bien; si no, a cubrirse la nuca. Un dato. El último jugador en marcar un tanto a Suiza en un Mundial, aunque es cierto que no estuvo en las ediciones de 1998 y 2002, fue Begiristain, y de ello han pasado ya 16 años.

Víctima del manierismo, de su artificiosidad, España consintió que el partido fuera un peligroso enredo. Llegado el segundo tramo, cualquier traspié podría ser definitivo. Sin resolución previa, los dados pueden caer una vez de cara al adversario. Ocurrió en una jugada un tanto abstracta, tras un saque del meta suizo. Rebote a rebote, varios españoles se desplomaron junto a Casillas, que interpuso sin éxito los pies, no las manos, frente a Nkufo. Con Piqué ensangrentado de tanta refriega, Gelson embocó.

Del Bosque reaccionó. Con Navas por Silva quiso poner remedio a uno de los déficits previos: alguien que echara un pulso a un rival por velocidad y regate, un jugador con la mirada al frente, un futbolista que hiciera largo al equipo. Con Torres por Busquets, un socio para Villa, otro capaz de conquistar el área de Benaglio, un delantero a la carrera y poderoso en el juego por el aire. Los cambios despertaron a España, que encadenó una sucesión de remates que no había tenido. Por fin, una selección punzante. Torres, Navas, Iniesta y Xabi Alonso ?con un disparo al larguero? rasparon el gol. También Derdiyok, frustrado por el poste izquierdo de Casillas. Una jugada que hizo rebobinar el duelo ante Estados Unidos en la Copa Confederaciones de hace un año. El penúltimo azote para España. Otra vez en Sudáfrica se llevó el segundo. Ahora está ante el abismo, pero tiene crédito y talento. Lo primero se lo ha ganado; lo segundo es una certidumbre mayor. Sin pánico ni viejas pesadillas, tiene salida. Ante Honduras y Chile, la pelota debe ser de nuevo su primer cultivo. Pero cuidado, no hay tiempo para un exceso de retórica.