lunes, 12 de julio de 2010

CAMPEONES DEL MUNDO


Holanda: Stekelenburg; Van der Wiel, Heitinga, Mathijsen, Van Bronckhorst (Braafheid, m.105); Van Bommel, De Jong (Van der Vaart, m.99); Robben, Sneijder, Kuyt (Elia, m.71); y Van Persie.

España: Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Cesc, m.87), Pedro (Navas, m.60), Xavi, Iniesta y Villa (Fernando Torres, m.105).

Goles: 0-1, M.116: Iniesta culmina con un potente disparo cruzado un envío de Cesc.

Un gol de Andrés Iniesta en la segunda parte de la prórroga dio a España su primer Mundial. Los de Vicente del Bosque no renunciaron al juego que siempre ha caracterizado a La Roja y que les ha llevado a lo más alto de Europa y del mundo.



De manera agónica, como no podía ser de otra manera, en la prórroga, con un gol del mago Andrés Iniesta, España fue recompensada por el fútbol después de casi un siglo y alcanzó la anhelada gloria del título mundial al imponerse a una Holanda rácana y alejada de su juego habitual.

La ‘roja’, campeona de Europa hace dos años en Viena, se coronó en Johannesburgo como el mejor equipo del momento y rubricó un trienio de ensueño.

Todo un premio a una generación grandiosa, que ha llevado al fútbol patrio a las más altas cotas, y todo un castigo para una selección ‘oranje’ que distó notablemente de la imagen mostrada hasta ahora y que no fue digna heredera de aquellas generaciones grandes que lideraron Cruyff y Van Basten, y cayó en su tercera final de un Mundial.

España fue mejor, sin discusión. Pudo haber ganado antes, mucho antes, pero también podía haber perdido si no surge, de nuevo, Casillas.

Del Bosque volvió a confiar en Pedro en detrimento de Torres tras el espectacular partido que cuajó en semifinales ante Alemania, en tanto que Van Marwijk recuperó para la causa, tras cumplir su sanción ante Uruguay, al lateral Van der Wiel y al medio centro De Jong.

La ‘roja’ asumió de salida su rol dominador. Llevó las riendas, quizá hasta más de lo esperado ante una Holanda que prácticamente no quiso o no pudo jugar. Lo más extraño fue que el cuadro ‘oranje’ se dedicó a destruir de manera exagerada, hasta de forma excesivamente brusca para jugadores que se caracterizan por su calidad.

Pero consiguió lo que quería. Frenar el juego español. El primer cuarto de hora fue alentador para la ‘roja’, que mandó con autoridad y tuvo, en 12 minutos, tres claras ocasiones para abrir el marcador.

No encontraron el destino y los centroeuropeos consiguieron frenar la avalancha de fútbol que se les venía encima cortando el juego constantemente aun a costa de tarjetas que pudieron convertirse, sobre todo una patada de De Jong en el pecho de Alonso, en rojas.

Holanda solo tenía el recurso de los intentos de internada de Robben y la movilidad de Sneijder, pero le bastaba para ahogar, con el duro trabajo de contención, y secar la fábrica del fútbol patrio.



más de lo mismo. España no pudo huir de la trampa de su rival, que continuó por los mismos derroteros tras el descanso.

No podía haber fluidez ni continuidad. A la escasez de ideas se le añadía que el partido estaba más tiempo parado que en juego. Y estuvo a punto de aprovecharlo a los 60 minutos Holanda en un balón con el que se hizo Sneijder y envió en profundidad a Robben, que se quedó solo ante Casillas, pero el guardameta volvió a convertirse en un ‘santo’.

Para entonces ya había saltado al campo Navas en lugar de Pedro. El extremo diestro del Sevilla no tardó en hacerse notar y provocó en una internada una ocasión de Villa, cuyo disparo salvó Heitinga.

Decir que el encuentro estaba abierto es decir poco. Se mascaba la tensión. En cualquier momento se podía desnivelar la balanza.

La ‘roja’, pese a la entrada de Cesc, no fue capaz de encontrar la dinámica mínima para desbordar nuevamente a un equipo tanto bien plantado atrás como su rival.

Y perdonó en la prórroga, porque después de un posible penalti de Heitinga a Xavi cuando el ‘culé’ iba a remachar, Cesc, Iniesta y Navas tuvieron en sus botas de nuevo la sentencia y no la encontraron.

Del Bosque se jugó su última baza en el descanso del período adicional y optó por dar entrada a Torres en lugar de Villa.

Se le puso de cara a España la última fase cuando Heitinga fue expulsado a falta de 11 minutos.

La ‘oranje’ ya se dedicó a esperar los penaltis, pero ahí surgió, inconmensurable, Iniesta.

Quedaban cuatro minutos, más la prolongación, pero Holanda, sin capacidad, echada toda a perder en la destrucción, fue incapaz de arrebatar la gloria a una España que fue sin discusión mejor y se proclamó campeona del mundo.

jueves, 8 de julio de 2010

Alemania 0 - España 1


Alemania: Neuer; Lahm, Mertesacker, Friedrich, Jerome Boateng (Jansen, m.52); Khedira (Mario Gómez, m.81), Schweinsteiger, Trochowski (Kroos, m.62), Özil; Podolski y Klose.

España: Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Marchena, m.93+), Xavi, Iniesta, Pedro (Silva, m.85); y Villa (Fernando Torres, m.81).

Gol: 0-1, m.73: Puyol.


La selección española ya está en la final del Mundial después de ganar a Alemania gracias a un gol de Puyol a la salida de un corner.
Lo hemos logrado!, ¡lo hemos logrado! Y así seguiría la crónica entera, escribiéndolo mil veces como si fuera un castigo que conviene recordar aunque se trate de una bendición que ya no se olvidará jamás. Porque somos finalistas de una Copa del Mundo, y lo somos todos, los héroes de allí y los testigos de aquí, a título personal, colectivo y en representación de los que no lo vieron y lo desearon tanto como nosotros. Sí, somos finalistas y el próximo domingo estaremos iluminados por el mundo, observados por tantos millones de personas que se me escapan los ceros y los pares de ojos. Qué decir. Pónganse guapos.

Pero hay más. A estas horas no sólo celebramos la fabulosa conquista de una final de la Copa del Mundo. También festejamos el modo. Lo que todavía nos agita los corazones y nos mantiene en este concurso nacional de abrazos es que España se clasificó para la final con un fútbol primoroso, quintaesencia del tiqui-taca, de la paciencia y el toque, de la inteligencia y el buen gusto. Ni siquiera en la mítica final de Viena fuimos tan pródigos en la excelencia, tan insistentes, tan sublimes. Fue tanta la categoría de nuestro juego que redime un Mundial que parecía condenado a la mediocridad. Ya no. Lo salvó España. A mandar.

Frente a la mejor Alemania de los últimos tiempos, frente al equipo que goleó sucesivamente a Inglaterra y Argentina, la Selección española desplegó un fútbol arrebatador e hipnótico, y no volveré a la Eurocopa porque esto fue mucho mejor, más elevado, más exigido por el torneo y por el rival. Porque Alemania hizo lo posible por recordarnos que su fama no es mentira. Cada vez que asomaba la cabeza para tomar aire, en cada una de sus salidas al contragolpe, había un cuchillo que nos rozaba la aorta. Rápidos, verticales, profundamente malintencionados.

Invasión.
Suerte que dieron pocas bocanadas. El dominio de España resultaba tan abrumador que la orgullosa Alemania se pasó corriendo detrás de la pelota más tiempo que en todo el Mundial, que en toda su vida. Su peor pesadilla se hizo realidad y desde el primer minuto España se agarró a la manivela del fútbol. Tocar y tocar. Hasta que salga premio. Ir, volver, observar, regresar. Revolución de seda, proselitismo, invasión pacífica. Tocar hasta que toque.

A los cinco minutos Villa pudo marcar el primero a pase de Pedro, la gran novedad del partido. Así es. Del Bosque, ese hombre al que tendemos a confundir con un paseante, nos volvió a atrapar con una decisión absolutamente genial. Y no lo parecía. Asumido que Torres no estaba en forma, Llorente, Silva o Cesc se antojaban como los relevos razonables. Pues no. Jugó Pedro. Y cómo jugó.

A ese pase de gol que abortó Neuer, el antes conocido como Pedrito siguió con un recital de buenas decisiones, desmarques elásticos y electricidad dinámica. Estaba tan inspirado que igual hubiera pintado un Guernica que compuesto una sinfonía. Estoy por asegurar que su presencia fue la primera batalla ganada. Alemania lo había previsto todo menos el factor Pedro, esa abeja zumbando en su oído.

Matar.
Y seguimos tocando. Con Xavi en su posición, con Villa peleando entre gigantes y con los pivotes y los defensas multiplicados en su tarea: salir, chocar, robar, sujetar. Sólo nos faltaba la conquista del último metro. Sólo nos quedaba añadir un poco de pólvora y encenderla; o dicho de otro modo: culminar la seducción con el tálamo. Puntuar, hacer muesca.

Alemania, sostenida por el gran Schweinsteiger, rugía a cada rato y a los zarpazos que le se escaparon respondió Casillas con las alas abiertas y el aro sobre la cabeza.

Después de una primera mitad en esos términos, en la segunda no hubo rastro de la inquietud que sobreviene a los equipos que dominan y perdonan. No tenemos esas debilidades. Al contrario, nos movemos con la convicción de quien hace lo correcto. También nos impulsa esa autoridad moral. Somos, y nos sentimos así, los abanderados del fútbol.

Avanzamos dos pasos. Y luego tres. Xabi Alonso comenzó a cargar el cañón y los pequeños a filtrarse y conectarse. Iniesta encontró la llave de la cocina y abrió varias veces la nevera. Pedro le siguió. Luego los otros. Y cuando lo lógico hubiera sido un gol por decantación del toque llegó un gol de córner, pim-pam. Lo sacó Xavi y Puyol lo cabeceó con los rizos convertidos en las turbinas de un reactor. Tardó un rato en bajar del cielo.

Entró Torres y pudimos marcar alguno más durante el asedio de Alemania, pero tampoco era cuestión de ofender. La hazaña estaba lograda. España había conseguido el pase a la final del modo más brillante posible. La gloria nos espera. Y habrá para todos.

lunes, 5 de julio de 2010

Paraguay 0 - España 1


Paraguay: Justo Villar; Verón, Alcaraz, Da Silva, Morel; Barreto (Vera, m.64), Riveros, Víctor Cáceres (Barrios, m.84), Santana; Valdez (Santa Cruz, m.72) y Cardozo.

España: Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol (Marchena, m.84), Capdevila, Busquets, Xabi Alonso (Pedro, m.75), Iniesta, Xavi, Villa y Fernando Torres (Cesc, m.56).

Gol: 0-1, M.83: Villa.


La Selección española se clasifica para semifinales tras eliminar a Paraguay gracias a un gol de Villa en el minuto 83 e iguala su mejor clasificación en un Mundial. El partido resultó frenético: Casillas tuvo dos actuaciones prodigiosas y paró un penalti, Xabi Alonso marcó otro, pero lo tuvo que repetir y lo falló y el árbitro no pitó otro que le hicieron a Cesc.

La Roja es semifinalista del Mundial. Hay que escribirlo otra vez para creerlo. La Roja es semifinalista del Mundial. España no vivía una noche tan emocionante desde el 12-1 a Malta o el cabezazo de Maceda en la Eurocopa del 84. La final de Viena fue tan fácil que no cuenta. Una cosa es la alegría por un título y otra la emoción y el sufrimiento por la complejidad de un partido. Y de eso hubo toneladas en el choque contra Paraguay.

A falta de buen juego, el partido fue una montaña rusa de situaciones a favor y en contra de España que culminó Villa -como no- tras una jugada en la que el balón dio hasta tres veces en los postes. Cuesta imaginar otro gol con tanto suspense en la historia de la Copa del Mundo.

Lo importante es que España está en semifinales. Menos importante, aunque muy valorable, es que no hizo un buen partido. La primera parte por culpa de una lentitud e imprecisiones desesperantes. La segunda fue sensiblemente mejor por carácter y temple porque aquello fue un carrusel con el penalti parado por Casillas, el penalti marcado, repetido y fallado por Xabi Alonso, más el penalti no pitado sobre Cesc y el mencionado gol de Villa. De locos.

En una de esas bajadas de tensión del partido, el profesor Iniesta dibujó la jugada de la noche, la de los postes. De ahí al final, agonía y disfrute a partes iguales. Casillas enmendó una cantada sobre la hora y luego sólo hubo que esperar. Una vez más, hay que escribirlo. La Roja es semifinalista del Mundial.

En la explosión final, destaca la cara de palo de Del Bosque. Vicente no está contento. No puede estarlo. Sí en su faceta de seleccionador y español pero no en la de entrenador. Sabe que el equipo no jugó bien, que estuvo plomizo, que le costó entrar, que Torres no arranca, que hubo momentos en que nos fuimos del encuentro, que hubo muchas imprecisiones, que Villa, aunque aparece mil veces, está muy lejos del área... En definitiva, que hay cosas que ante Paraguay se pueden perdonar pero que con Alemania son letales. Todo ese cúmulo de defectos sucedió, principalmente, en el primer tiempo.

En el segundo, cuando todo el mundo esperaba que Del Bosque repitiera movimiento sentando a Torres y sacando a Llorente, el técnico eligió la vía Cesc. Le salió bien. Villa se fue arriba y, con el capitán del Arsenal, el mediocampo tuvo más consistencia. Iniesta apareció mucho más y Xavi se acercó al tipo que dirige la orquesta en el Barça.

Con todo, hubo un momento clave. La parada de Casillas tras un penalti memorable de Piqué, que quiso llevarse a casa el brazo del delantero. Esa parada, seguramente, va a marcar un antes y un después en el Mundial. A continuación, vino otro penalti sobre Villa con un desenlace inesperado. No sólo no lo tiró el Guaje sino que Xabi Alonso lo marcó, se lo mandaron repetir -aún no se sabe por qué- lo falló y en esa misma jugada Cesc fue atropellado por el portero, con el colegiado mirando al tendido. El efecto Casillas quedaba diluido en un minuto aunque cobraría su importancia con el pitido final.

El resto es ya historia del fútbol español. La Roja es semifinalista del Mundial. Que pase lo que tenga que pasar. El campeonato del sufrimiento ya lo hemos ganado.